2011/03/13

Las orquídeas abejeras ya están aquí

Antes de empezar la primavera ya suelen empezar a florecer las orquídeas más tempranas de Belalcázar y el resto de Los Pedroches, y en particular lo hacen las primeras abejeras o flores de la abeja, que reciben su nombre por el parecido que tienen con algunas especies de ese grupo de insectos. Se trata de las especies del género Ophrys, que como las Orchis y otros géneros cercanos poseen dos tubérculos subterráneos, aunque no los usan para la propagación de la planta, que siempre se hace de semilla y es especialmente difícil en cultivo.


En la comarca existen citas sufientemente documentadas de al menos 6 especies de Ophrys, siendo la más temprana la abejera rosa (Ophrys tenthredinifera), denominada también 'zapatitos' o 'zapatitos de la Virgen'. Su floración coincide a veces con las formas tempranas de la abejera común (Ophrys fusca), una planta que algunos especialistas prefieren subdividir en diversas microespecies -de ellas la forma más temprana correspondería a la llamada Ophrys lupercalis-.



Algo más tarde, usualmente a partir de finales de marzo o en pleno abril, florecen al menos otras 2 de nuestras Ophrys. De un lado, la abejera amarilla (Ophrys lutea), cuyo labelo (labio central de la flor) posee un ancho reborde de color amarillo vivo. La otra, más habitual por Belalcázar y el extremo occidental del Valle de los Pedroches, es el espejuelo o abejera de espejo (Ophrys speculum), cuyo centro del labelo es de un color azul intenso, a menudo con reflejos plateados.


Parecida a la abejera común pero con una llamativa mancha en forma de letra omega minúscula (ω) es la Ophrys dyris. A menudo es ya algo tardía, del mes de abril, aunque no tanto como la flor de abeja por excelencia o abejera de los arroyos, Ophrys apifera, que suele exhibir sus flores ya en pleno mes de mayo.



Además de estas 6 especies, existen referencias dispersas de al menos otras 3 especies, de presencia más que probable en algunas partes del Valle de los Pedroches. De un lado, parecen localizarse formas de abejera común con reborde amarillo fino, que podrían corresponder a la especie Ophrys bilunulata, considerada a menudo como una variedad o subespecie de la propia O. fusca.


Una segunda especie indicada sería la abejera de flor alargada, Ophrys scolopax, parecida a O. apifera, pero más propia de matorrales, sotobosques clareados o pastizales, no tan exigente en humedad del suelo. Estas dos especies son muy parecidas entre sí, pero mientras en O. apifera el labelo parece estar doblado de delante a atrás, formando un saco achatado en su extremo, en O. scolopax lo hace al revés, como si se hubiera doblado por los lados, adquiriendo por ello una forma más alargada. En ambas especies pueden encontrarse por igual formas de 'alas' (tépalos externos que flanquean al lableo) blancas o rosadas, incluso de color rosa intenso.


Por fin, una especie muy probable en el Valle a juzgar por las referencias de pastores y otros usuarios habituales del monte es la flor del abejorro, Ophrys sphegodes, que como puede verse en la fotografía recuerda ciertamente más a ese tipo de insectos que a las abejas. El labelo es en este caso más uniformemente oscuro y panzudo.

Las orquídeas, aunque en algún caso puedan aparecer en rodales y aparentar ser abundantes, son especies de crecimiento lento, cuya germinación y desarrollo exigen una coincidencia de condiciones ambientales que a veces se da de modo muy ocasional, solo una vez cada muchos años. Es fundamental por ello no arrancar sus flores, y permitir que éstas acaben produciendo semillas, que resultan casi imperceptibles al ojo humano. Cada cápsula o fruto de las Ophrys puede contener centenares de miles de semillas, de las que con suerte la naturaleza dejará que alcance el estado adulto una nueva orquídea.

A la flor de los frutales

Aunque el término 'frutales' indica todo tipo de árbol que produce frutos comestibles en fresco, parece que tenemos la costumbre de asimilarlo más bien a las especies que, cumpliendo tal condición, pertenecen a la familia de las rosáceas (Rosaceae, la misma de los rosales, el espino albar, etc.). Dentro de ellos, suelen distinguirse tres grupos:

1) Las amilagdoideas, que incluyen al antiguo género Amygdalus (para la mayoría de botánicos es un subgénero de los Prunus, y por tanto formarían parte de la prunoideas, más abajo indicadas). Son especies con frutos de 'corteza' o pulpa externa (exocarpo) no comestible, de la que solo consumimos la semilla o almendra. Nuestro representante por excelencia es el almendro, Prunus dulcis (=P. amygdalus subsp. dulcis), que está acabando ya su floración.

Floración del almendro (Prunus dulcis = P. amygdalus subsp. dulcis). ©E. Laguna, 03.2010

2) Las prunoideas propiamente dichas, donde lo que suele consumirse es la 'corteza' o exocarpo carnoso. El endocarpo o 'hueso' no es comestible, y la semilla, encerrada en el hueso, es amarga y suele contener de hecho concentraciones poco aconsejables de algunos productos tóxicos como el ácido cianhídrico. Se trata de los frutales de hueso por excelencia, como el ciruelo (Prunus domestica), el cerezo (P. avium), el albaricoquero (P. armeniaca) y el melocotonero o albérchigo (P. persica). En su mayoría son especies de floración temprana -en su mayoría en flor en estos días, en incluso algunas empezando a hacerlo-, aunque usualmente más tardíos que el almendro.

Floración del melocotonero (Prunus persica). ©E. Laguna, 03.2006

Vara de ciruelo (Prunus domestica) en flor. ©E. Laguna, 03.2009

3) Las pomoideas o frutales con fruto en 'pomo', que contiene varias semillas, con o sin hueso. Las más populares son las que no tienen endocarpo duro, siendo las más populares el manzano (Malus domestica), el peral (Pyrus communis) o el membrillero (Cydonia oblonga); existen frutales de este grupo considerados cultivos tradicionales en desaparición, como el serbal (Sorbus domestica). En el otro extremo están las pomoideas con frutos con hueso -ya sea uno o varios por fruto-; en nuestra zona, y ya con carácter testimonial, aún quedan algunos aceroleros (Crataegus azarolus) y ejemplares sueltos de nispolero o nisperero europeo (Mespilus germanica), que no debe confundirse con el árbol que produce los nísperos a nivel comercial, Eryoborthria japonica. Una especie silvestre de este grupo en Los Pedroches, de frutos comestibles aunque insípidos, es el espino albar (Crataegus monogyna), conocido en la comarca como 'tilo' por el efecto calmante de la infusión de sus hojas y flores. Del grupo de pomoideas sin hueso conviene destacar también la presencia del peralillo silvestre o piruétano (Pyrus bourgeana), antiguamente denominado Pyrus mariana (o sea, peral de Sierra Morena), donde lo que se echa de menos es que la 'carne' fuera blanda y comestible, en vez de tener una consistencia casi ósea; el piruétano se empleó tradicionalmente en la comarca como portainjerto del peral y otros frutales.

Manzano (Malus domestica) en flor. ©E. Laguna, 03.2007

Estos días andan en flor nuestras rosáceas arbóreas, y conviene disfrutar de este bello pero efímero período. Las heladas de este invierno han favorecido una producción profusa de flores, y con suerte -si no hay heladas tardías- lo será también de frutos, que se nos irán ofreciendo a lo largo de los próximos meses, hasta bien entrado el otoño.

Flor del membrillero (Cydonia oblonga). ©E. Laguna, 03.2008

2011/03/11

Malos tiempos para las alergias a las plantas

Secuenciación de la floración en la espiga del alpiste silvestre o 'cola de zorra' (Phalaris minor). Las espiguillas (nombre de las estructuras florales de las gramíneas) se van abriendo de la parte alta a la inferior de la espiga en apenas 1 o 2 días. © E. Laguna, 06.03.2011

La mayoría de alergias al polen de las plantas son provocadas por plantas anemófilas, es decir, las que confían en que el viento sea su principal agente polinizador, en vez de hacerlo principalmente en los insectos u otras formas que faciliten la fecundación. Como ya hemos dicho en mensajes anteriores, muchas plantas de este tipo florecen precisamente a finales del invierno o principios de la primavera, lo que de paso les permite atraer subsidiariamente a los insectos para ayudar también a la polinización, aunque gran parte de ésta se haga sobre todo gracias al viento. En consecuencia algunas de las plantas que provocan mayor cantidad de reacciones alérgicas florecen precisamente en esta época, lo que incluye a especies como los cipreses o algunos grupos de gramíneas -aun cuando esta familia de plantas extiende su floración durante un periodo bastante más largo, al contrario que la de los cipreses-. La sucesión de lluvias con etapas cortas de sequía, y la alternancia de heladas con subidas rápidas de la temperatura entre finales de 2010 y el inicio de marzo de 2011 ha favorecido una floración más temprana de lo esperable para muchas especies de plantas silvestres (rabanillos, caléndulas, avenas locas, etc.); ello no impedirá que en muchos casos la floración de las mismas especie se prolongue hasta las épocas en que habitualmente lo hacían, o lo que es lo mismo, no es que todo el período floral se adelante en bloque, sino que se realmente hace más largo, salvo que una detención prolongada de las lluvias las obligue a detener su explosión de flores. El resultado es que las personas alérgicas pueden pasar en 2011 un año peor de lo habitual. Esperemos que esto no se convierta en una pauta usual para los próximos años.

Detalle de un tramo en floración de la espiga de Phalaris minor, donde pueden observarse las anteras con las 'tecas' (sacos que contienen el polen) ya abiertas. Los pequeños puntos amarillos en la parte superior de la foto son precisamente granos de polen. © E. Laguna, 06.03.2011

2011/03/07

Palmeras zorrunas

Por Belalcázar andan plantadas unas cuantas especies de palmeras, de las que merecen destacarse bien al menos 3. La más conocida para habitantes y visitantes del terruño zorruno es sin duda la palmera canaria o datilera canaria (Phoenix canariensis), que es la que preside desde hace muchas décadas la plaza del pueblo; a su esbeltez (es una de las pocas palmeras de su género con tronco único, no ramificado en la base) hay que unir la frecuencia con la que sus troncos y capiteles albergan otras especies de plantas (cerrajas, orejas de fraile, etc.) y por supuesto de aves, que nidifican en huecos practicados en sus escamas. Como ya indicamos hace tiempo en el blog, esta especie puede tener los días contados en nuestros jardines, como consecuencia del ataque del escarabajo conocido como ‘picudo rojo’. Sus dátiles son pequeños y amarillentos, de sabormuy áspero salvo que estén sobremadurados.

Palmera canaria con abundantes nidos de gorrión en sus escamas, en la Plaza de la Constitución de Belalcázar. ©E. Laguna, 03.04.2010

Más rara de ver, aunque con algunos pies sueltos por el término, es la palmera datilera común (Phoenix dactylifera), parecida a la anterior pero menos ornamental, con palmas más grisáceas, y con suerte (si coinciden un pie macho cerca de otro femenino) con sus conocidos dátiles (comestibles y mucho mayores que los de la palmera canaria), que raramente llegarían a la madurez por estas tierras. Probablemente la más notable datilera belalcazareña está en La Selva, aunque no es la palmera que muchos/as tendréis en la cabeza, esa otra particularmente alta que mira por encima del hombro a los eucaliptos cercanos a los restos del balneario romano. Se trata de la palmera californiana Washingtonia robusta, que puede alcanzar tallas extraordinarias. A diferencia de las Phoenix que tienen hojas 'pinnadas' (con dos filas de foliolos paralelos, ordenados como los dientes de un peine), las Washingtonia poseen hoja palmeada (todos los folíolos nacen del mismo punto) y sus dátiles, no comestibles, son diminutos y negros en la madurez, conteniendo un ‘hueso’ redondo; eso sí, atraen bastante a las aves, que se encargan de dispersarla. Para producir dátiles, la Washingtonia tiene el mismo ‘problema sexual’ que las datileras, ya que cada ejemplar contiene flores de un solo sexo.

Ejemplar de Washingtonia robusta en el paraje de La Selva. ©E. Laguna, 04.04.2010


Del mismo género es frecuente como ornamental en España la Washingtonia filifera (si bajáis a Córdoba podréis ver juntas las 2 especies en más de un jardín de la capital), que realmente es mucho más robusta que su pariente W. robusta. El nombre ‘filifera’ es poco afortunado, porque se refiere a los hilos que aparecen en la base de las palmas o al deshilacharse las hojuelas que las componen, tema en el que coinciden las dos especies de este género. Washingtonia filifera tiene el tronco mucho más grueso que W. robusta. A falta de foto belalcazareña, se adjunta aquí una tomada en Mahón (Menorca), donde puede apreciarse la robustez del tronco, que justamente falta en el nombre científico de la W. filifera.

Ejemplar de Washingtonia filifera, en una de las plazas del centro histórico de Mahón (Menorca). ©E. Laguna, 22.02.2006.

Las dos especies de Washingtonia son fáciles de distinguir por el tronco (robusto en filifera y fino en robusta) pero en algunas variedades de ambas especies los restos de hojas y escamas pueden pertenecer durante décadas muertos sobre el tronco, sobre todo en sitios protegidos del efecto constante del viento. En esos casos los expertos en plantas dejamos de ser tan expertos y recurrimos al socorrido 'sp.' (abreviatura de 'especie'), poniendo en nuestros archivos de fotos 'Washingtonia sp.' (o sea, una especie de Washingtonia). A lo sumo, como en la foto de abajo, antes o después acaban por caer algunas de las hojas más antiguas y acaba dscubriéndose la identidad.

Ejemplares de Washingtonia filifera con 'melena' de hojas muertas, en el Jardín Botánico de Valencia. ©E. Laguna, 21.09.2007

2011/03/02

Flores que se adelantan a la primavera


Junquillo de huerta o de jardín (Narcissus tazetta), tradicionalmente cultivado en Belalcázar y el resto de Los Pedroches. © E. Laguna, 28.01.2011

Pocas semanas antes de que empiece la primavera aparecen las primeras flores del año, incluyendo a algunas que lo hacen indiferentemente a finales del otoño, o que incluso llegan a florecer 2 veces (otoño y finales del invierno), como puede ocurrir con las mandrágoras, ya mencionadas en otras ocasiones en el blog, o nuestros animados junquillos de huerta (Narcissus tazetta). A menudo se trata de especies que necesitan acumular un número determinado de horas de frío para poder florecer, o en su caso para fructificar; los años de inviernos más fríos nos resultan molestos pero son los que provocan mejores cosechas de la mayoría de rosáceas (peral, manzano, ciruelo, cerezo, almendro, membrillero, etc.), que empiezan a echar también sus flores o están a punto de hacerlo.

Entre las flores más sencillas de toda nuestra flora silvestre están las del fresno de río (Fraxinus angustifolia), a quien como véis en la imagen le basta con tener un par de estambres alrededor del carpelo, sin que se aprecien a simple vista pétalos o sépalos. © E. Laguna, 02.03.2011

Sin embargo, algunas de las plantas que florecen en esta época pasan desapercibidas, quizá por ser poco atractivas o por vivir en lugares poco frecuentados. Entre ellas hay que incluir a muchos de los árboles de ribera con hojas caducas como olmos, álamos, sauces, chopos o fresnos. Estas especies suelen aprovechar el viento tanto para dispersar su polen como para hacer viajar sus frutos o semillas a sitios más lejanos; partiendo de esa idea, resulta claro que les interesa florecer antes de emitir las hojas nuevas, ya que así el polen encontrará pocos obstáculos para viajar de unas flores a otras, o para alcanzar las flores femeninas en aquellas especies en las que se encuentran separadas de las masculinas o instaladas sobre pies diferentes.

Glomérulos de flores del olmo común (Ulmus minor). © E. Laguna, 12.02.2011

La estrategia de la floración temprana se complementa con la de una fructificación rápida, de modo que en pocas semanas los frutos, a menudo adaptados a ese transporte por el viento o el agua, puedan desplazarse lo antes posible. Los árboles citados no tardan por tanto varios meses en producir sus frutos, como hacen a cambio la mayoría de árboles que pueblan nuestros campos y montes (encinas, madroños, etc.)

Amento (espiga colgante) con flores masculinas de álamo (Populus alba). © E. Laguna, 02.03.2011