Ajo rosado (Allium roseum). A la derecha, ejemplar belalcazareño prácticamente albino, cultivado en Valencia, fotografiado a finales de marzo de 2008. A la izquierda.planta fotografiada en Es Mercadal, Menorca, en abril de 2011.
En estas semanas han estado en flor las especies más tempranas de
nuestros ajos silvestres. Aunque tengamos en mente al ajo porro (Allium ampeloprasum) que a menudo
encontramos en las cunetas y bordes de cultivos, del que ya hablamos en
2010 y en 2012,
se trata de una especie bastante tardía, que raramente encontraremos en flor
antes de mayo o junio. A cambio, ya en abril e incluso a veces a finales de
marzo, han estado en flor las especies más tempranas, que en Belalcázar son el
ajo rosado (Allium roseum) y el ajo
blanco (A. neapolitanum), siendo especialmente
abundante el primero.
El ajo rosa o rosado debe su nombre al color de las flores, que puede
alcanzar un color bastante intenso, aunque no son raros los ejemplares con
flores de tonos muy débiles, casi blancas. Es de pequeño tamaño y con hojas finas, a menudo curvadas hacia adentro, brillantes por una cara y mates y más claras en la otra. Sale con
frecuencia en las cunetas y márgenes de huertas y campos cultivados, aunque tampoco
es raro bordeando pistas forestales e incluso formando parte de los pastizales,
como ocurre en algunas zonas del monte Malagón. Como ocurre con la mayoría de
ajos silvestres puede consumirse, y así se hizo en tiempos de hambruna, pero
dado su pequeño tamaño se abandonó su uso, al no merecer la pena el esfuerzo de
recolectarlos, máxime cuando las especies del mismo género que tenemos más a
menudo en nuestros platos se cultivan con asiduidad; hablamos obviamente del
ajo común (Allium sativum) y la
cebolla (A. cepa), ambas introducidas
en tiempos antiguos en la agricultura española.
El ajo blanco, Allium
neapolitanum, es más raro de ver, y usualmente es más alto que el
anterior, alcanzando fácilmente los 50 cm. Las hojas son también mucho más anchas y de color uniforme. Suele requerir suelos algo más profundos
y frescos, por lo que no se le suele ver en el monte, sino en cunetas u otros
sitios que recogen la humedad, pero sin llegar a encharcarse, y casi siempre
cerca de las casas, cortijos u otros sitios de actividad humana.
Macrofotografías de las flores de Allium neapolitanum (izquierda, abril de 2010) y A. roseum (derecha, mayo de 2010)
Vistos de cerca, los dos ajos aquí indicados guardan también más diferencia, ya que las inflorescencias de A. roseum suelen tener muchas más flores y con los cabillos o pedicelos más cortos, de modo que se agrupan más densamente. Los tépalos o falsos pétalos de Allium neapolitanum son proporcionalmente más grandes y redondeados que los del ajo rosado, se disponen en menor número y tienen los pedicelos más largos, lo que da a la inflorescencia un aspecto más laxo.