2020/04/26

Los ajos más tempraneros


 
Ajo rosado (Allium roseum). A la derecha, ejemplar belalcazareño prácticamente albino, cultivado en Valencia, fotografiado a finales de marzo de 2008. A la izquierda.planta fotografiada en Es Mercadal, Menorca, en abril de 2011. 

En estas semanas han estado en flor las especies más tempranas de nuestros ajos silvestres. Aunque tengamos en mente al ajo porro (Allium ampeloprasum) que a menudo encontramos en las cunetas y bordes de cultivos, del que ya hablamos en 2010 y en 2012, se trata de una especie bastante tardía, que raramente encontraremos en flor antes de mayo o junio. A cambio, ya en abril e incluso a veces a finales de marzo, han estado en flor las especies más tempranas, que en Belalcázar son el ajo rosado (Allium roseum) y el ajo blanco (A. neapolitanum), siendo especialmente abundante el primero.

Planta belalcazareña de Allium roseum cultivada en Valencia, abril de 2010.

El ajo rosa o rosado debe su nombre al color de las flores, que puede alcanzar un color bastante intenso, aunque no son raros los ejemplares con flores de tonos muy débiles, casi blancas. Es de pequeño tamaño y con hojas finas, a menudo curvadas hacia adentro, brillantes por una cara y mates y más claras en la otra. Sale con frecuencia en las cunetas y márgenes de huertas y campos cultivados, aunque tampoco es raro bordeando pistas forestales e incluso formando parte de los pastizales, como ocurre en algunas zonas del monte Malagón. Como ocurre con la mayoría de ajos silvestres puede consumirse, y así se hizo en tiempos de hambruna, pero dado su pequeño tamaño se abandonó su uso, al no merecer la pena el esfuerzo de recolectarlos, máxime cuando las especies del mismo género que tenemos más a menudo en nuestros platos se cultivan con asiduidad; hablamos obviamente del ajo común (Allium sativum) y la cebolla (A. cepa), ambas introducidas en tiempos antiguos en la agricultura española.

 
Ejemplares de Allium neapolitanum en Belalcázar, abril de 2010.

El ajo blanco, Allium neapolitanum, es más raro de ver, y usualmente es más alto que el anterior, alcanzando fácilmente los 50 cm. Las hojas son también mucho más anchas y de color uniforme. Suele requerir suelos algo más profundos y frescos, por lo que no se le suele ver en el monte, sino en cunetas u otros sitios que recogen la humedad, pero sin llegar a encharcarse, y casi siempre cerca de las casas, cortijos u otros sitios de actividad humana.

 
Macrofotografías de las flores de Allium neapolitanum (izquierda, abril de 2010) y A. roseum (derecha, mayo de 2010)

Vistos de cerca, los dos ajos aquí indicados guardan también más diferencia, ya que las inflorescencias de A. roseum suelen tener muchas más flores y con los cabillos o pedicelos más cortos, de modo que se agrupan más densamente. Los tépalos o falsos pétalos de Allium neapolitanum son proporcionalmente más grandes y redondeados que los del ajo rosado, se disponen en menor número y tienen los pedicelos más largos, lo que da a la inflorescencia un aspecto más laxo.

Los gladiolos de las sementeras

Grupos amacollados de gladiolos empezando a florecer, junto al camino de la Mata en Belalcázar, abril de 2017.


Durante estas semanas tenemos en flor los gladiolos de las sementeras o gladiolos de trigal, -llamados a menudo también gladiolos silvestres, aunque no es la única planta silvestre de este grupo. Se trata de la especie llamada Gladiolus italicus, aunque durante mucho tiempo se les llamó por su sinónimo G. segetum. El epíteto latino segetum significa que es una planta está relacionada con los campos de cultivo de secano, preferentemente anuales como los cereales, el lino, el girasol, etc. Las plantas que viven en esos hábitats se denominan por ello ‘segetales’ –y más concretamente ‘cerealistas’ si viven en los cultivos de trigo, cebada, centeno, etc. Para los casos esos cultivos de cereal, también es frecuente entre los especialistas botánicos hablar de plantas ‘mesegueras’ o ‘mesícolas’, es decir, relativas a la mies.

 
A la izquierda, flores del gladiolo silvestre en Belalcázar, abril de 2006; a la derecha, plantas de la misma especie, Gladiolus italicus, cultivadas de semilla en Valencia, en flor en abril de 2011. 

La mayoría de plantas mesegueras salía antiguamente en abundancia en medio de los campos de cereal, pero muchas acabaron desplazadas a los márgenes de los cultivos. La culpa ha de atribuirse al cambio de los arados, que antes labraban a poca profundidad y sin voltear la tierra –con los que las semillas de estas especies se quedaban en la superficie-, y que fueron sustituidos durante el siglo XX por los arados profundos, y especialmente los de vertedera, que al voltear el suelo entierran las semillas a una profundidad para la que no están preparadas si germinan, agotándose sus reservas antes de que los tallos lleguen a la superficie. No obstante, los gladiolos son de las especies que mejor han resistido a ese tipo de labrado, y a veces se les ve en grupo en medio de los trigales o los campos de cebada. Ello se debe a una propiedad de muchas especies del mismo grupo, cuyos bulbos son capaces de migrar en profundidad en el suelo, de modo que en algunos casos se vuelven a formar cada año bulbos nuevos más abajo de donde inicialmente estaban, muriéndose el bulbo del año anterior.

Macrofotografía de la flor de Gladiolus italicus, abril de 2009.

Como ocurre con los gladiolos cultivados, los de las sementeras poseen propagación vegetativa mediante aparición de hijuelos o bulbos nuevos junto a los de cada planta madre, por lo que a menudo, sobre todo los matas de mayos altura y robustez, forman grupos amacollados más o menos densos. Tras florecer, los gladiolos forman sus frutos en forma de cápsula, con semillas de contorno irregular y color marrón claro en la madurez. 

Frutos en formación del gladiolo de las sementeras, junio de 2009.