2016/04/28

La flor del tamujo

El tamujo (Flueggea tinctoria) es una de las especies más características de nuestros ríos y arroyos, y en el pasado prestó buen servicio en los hogares belalcazareños, al usarse para fabricar escobas recias y rígidas, que servían sobre todo para barrer los corrales de ganado y otros lugares difíciles para las escobas domésticas de palma. Quien se haya fijado en la planta habrá visto que no es fácil de ver con frutos -a modo de pequeñas bayas esféricas que pueden observarse en el verano- y que éstos se ven sólo en algunos ejemplares.

 
Flores de pies masculinos de tamujo, floreciendo hace pocas semanas en Belalcázar.

Ello se debe a que el tamujo es una planta dioica, es decir, que tiene flores de un sólo sexo apareciendo en pies separados, de modo que unas plantas son masculinas y otras corresponden a ejemplares femeninos. La rareza de los frutos se debe a menudo a un desequilibrio natural en la proporción de sexos, de modo que dominan en muchas poblaciones los ejemplares masculinos. Esta estrategia no es rara en especies que, como el tamujo, confían parte de su fecundación a la acción del viento, además de a algunos insectos; esta modalidad de polinización, la anemofilia, es también frecuente en algunos árboles y arbustos dominantes de las riberas como chopos, álamos y sauces, expuestos a las corrientes de aire que canalizan los arroyos y ríos. Un resultado frecuente de esta estrategia es la escasa vistosidad de las flores, que no necesitan tanto atraer a mariposas, abejas u otros polinizadores. Igualmente, como ocurre con el tamujo, tampoco es raro que las flores apenas exhalen olor.

2016/04/27

Plantas acompasadas con el descenso de las aguas

Al avanzar la primavera, si se consolida la falta de lluvias se produce un curioso fenómeno, consistente en el alineamiento de comunidades vegetales de plantas herbáceas en las riberas, sobre todo allá donde los cauces se ensanchan y tienen pendientes suaves bordeándolos. Aunque esas comunidades pueden variar cada año, un buen ejemplo nos lo da la zonación -disposición ordenada de las formaciones vegetales- que podía observarse este año en la Estación de Belalcázar, donde el descenso progresivo de las aguas en la cola del embalse del Zújar ha hecho que afloren tempranamente agrupaciones homogéneas de plantas. 

Detalle del pastizal dominado por el trébol de los posíos, Trifolium subterraneum.

Las plantas del cinturón más externo, algo alejado del agua, correspondían a las propias de prados relativamente frescos, con dominancia extensiva de diversas especies de tréboles (género Trifolium) y mielgas (género Medicago). De ellos, el más frecuente en esa zona es sin duda el trébol de los posíos, Trifolium subterraneum, que debe su nombre a que produce frutos enterrados o semienterrados que crecen bajo la capa de hojas. Ésta es, con diferencia, una de las especies más apetecidas por el ganado ovino. Dado que crece formando un césped continuo de muy poca altura, sólo los brotes superiores llegan al diente de la oveja, con lo que la mayoría de flores se salvan de la siega por el ganado.  

Detalle de las flores de Trifolium subterraneum.

Más cerca del agua, ya donde el terreno está aún  algo húmedo por haber estado inundado hasta pocos días antes, se da una comunidad dominada por la siempreviva de la especie Gnaphalium luteo-album, propia de arroyos y fuentes. 

 
Pastizal dominado por la especie Gnaphalium luteo-album.

Esta especie posee tallos y hojas cubiertas de denso tomento o vellosidad blanca, que transfieren su color al paisaje allá donde dominan sobre otras plantas. Vista de cerca, destaca el aspecto papiráceo -de textura parecida a la del papel- de la brácteas de las flores, que permanecen sin apenas variarcon el tiempo si se cortan y secan. No obstante, y a diferencia de otras 'siemprevivas', no suelen recolectarse por la escasa rigidez de los tallos, que se doblan al secarse. 

Detalle de la rama floral y capítulos de flores con brácteas papiráceas de Gnaphalium luteo-album.

Por último, ya junto al agua, sobre el sustrato casi constantemente húmedo, podemos encontrar una curiosa formación dominada por la hepática Riccia tomentosa. Las hepáticas son criptógamas, plantas sin flores ni estructuras similares, que están estrechamente emparentadas -a pesar de su diferente aspecto- con los musgos, con los que forman el grupo botánico de los Briófitos. Los ejemplares de R. tomentosa disponen su talos o falsos tallos aplanados formando círculos, que a su vez se separan entre sí para no competir en exceso por el agua del entorno. El resultado es un suelo lleno de pequeñas plantas de esta especie dispersas, formando dibujos moteados sobre el paisaje en miniatura del lodo de las riberas, allá donde la inundación regular impide que se asienten las plantas palustres de mayor talla. Abajo podéis ver esta particular comunidad vegetal, y fotografías de mayor detalle de Riccia tomentosa, planta que debe su nombre al tomento a modo de fieltro que cubre sus talos. 





Flores acabando su exhibición.

El paso de abril a mayo marca a menudo la transición entre las flores tempranas de la primavera y las que reinarán en la segunda mitad del período. Despedimos así en estos días a algunas especies que no volverán a florecer hasta el próximo año, y que nos han premiado con sus llamativos colores. Podéis ver a continuación algunas de ellas.


Conejitos, conejito morado (Linaria amethystea)

Dehesa con el suelo cubierto de manzanilla común (Chamomilla recutita = Matricaria chamomilla)

Chirivitas (Bellis annua

Lirio enano o 'Patita de burro' (Gynandriris sysirynchium)

Conejito amarillo (Linaria spartea)

2016/04/22

Vinagrillas y acederas


Potaje de garbanzos y espinacas, una de las comidas más habituales en Belalcázar, particularmente hacia la Cuaresma y Semana Santa.

Con el tiempo, buena parte de las verduras que consumían nuestros antepasados han dejado de formar parte de nuestra dieta, incluyendo entre otras a romanzas, cerrajas, acederas, etc.; a lo sumo nos ha quedado de aquellas verduras alguna tradición como la del consumo de los cardillos (Scolymus hispanicus). Algunos de nuestros platos más populares en la Cuaresma belalcazareña, como los garbanzos con espinacas, se aderezaban en otros tiempos con diversas hierbas silvestres como las citadas.

Cardillos (Scolymus hispanicus), ya 'pelados', listos para ser cocidos y cocinados.

La gente mayor aún recuerda el sabor de muchas de ellas, y su diversidad en los platos aumentaba sobre todo al principio de la primavera, cuando las temperaturas benignas permitían brotar a todas estas plantas de las que siempre eran más aprovechables los tallos tiernos y las hojas primerizas.


Mata y hojas de acedera o vinagrilla (Rumex scutatus), especie de sabor ácido de la que ase añadían a menudo las hojas a guisos y ensaladas, siempre en pequeñas cantidades.

La razón del abandono de la recolección de estas verduras silvestres tiene poca explicación, salvo la del abandono del contacto con el campo al que se ha visto abocada parte de nuestra sociedad, al tiempo que se facilitaba la obtención en el mercado de hojas, tubérculos y frutos de las especies cultivadas con costes muy inferiores -aunque por supuesto menos ecológicos en la mayoría de casos. Curiosamente, las tendencias más modernas en la gastronomía tienden a recuperar algunas de estas especies e incluso animan a cultivarlas, como forma para reducir la potencia de sus sabores gracias al riego frecuente o la menor insolación de las plantas. 

2016/04/21

Nuestros junquillos, que no son juncos, sino narcisos.

Junquillo blanco o de invierno (Narcissus tazetta), cultivado o más raramente asilvestrado cerca de huertas y acequias

El nombre 'junquillo' se usa en Belalcázar para designar a las especies del género Narcissus, más conocidos a nivel general como narcisos. La flor de los narcisos posee una capa exterior de 6 tépalos -ya que no son genuinos pétalos-, y una central en forma de corona, donde las piezas florales están soldadas formando un tubo; los genuinos junquillos son sobre todo las especies de corona corta o aplanada, en forma de copa ancha, incluyendo tanto a los narcisos de olor cultivados (Narcissus tazetta), de flor blanca con corona amarillenta, como a los más tradicionales silvestres (N. jonquilla), que jalonan los bordes de ríos y arroyos al principio de la primavera. La mayoría de especies de este grupo poseen flores intensamente aromáticas, siendo particularmente apreciadas en Belalcázar las flores del junquillo de río.  

 
A la izquierda. junquillo de río (Narcissus jonquilla). A la derecha, junquillo de trompetillas (N. bulbocodium).

En las inmediaciones del agua podemos encontrar otra especie de este grupo pero de corona alargada, por lo que a menudo se las llama 'trompetillas'. Se trata de la especie Narcissus bulbocodium, de flores muy llamativas aunque no fragantes. Suelen ser menos abundantes que el junquillo común, aunque a veces forman grupos relativamente densos.   

Flores de Narcissus bulbocodium.

Ejemplares de Narcissus fernandesii, el junquillo de monte.

Otra especie local menos frecuente son los junquillos de monte (Narcissus fernandesii), muy parecidos a los de río pero de menor talla y con flores a menudo más gráciles, a veces algo curvadas o al menos con los pedicelos o rabillos de las flores curvos y menos consistentes. No es raro que tengan además las hojas algo enrolladas en espiral. Crecen en posíos y suelos con afloramientos rocosos, a menudo someros. Aunque las flores son aromáticas, su olor no es tan agradable como el de los junquillos de río. 

Flores del junquillo de monte (N. fernandesii, a la izquierda) y de río (N. jonquilla, a la derecha)

La especie Narcissus fernandesii, abarca a su vez diversas formas inicialmente descritas como especies independientes en el pasado; entre ellas se incluye el llamado N. cordubensis, por haberse descrito partir de plantas de la provincia de Córdoba.

Imagen similar a la anterior, pero mostrando de frente las flores de los junquillos de monte (izq.) y de río (der.).


2016/04/20

El tiempo de las berenjenillas


Ejemplar de mandrágora belalcazareña.

Las 'berenjenillas' son los frutos de nuestra 'oreja de burro' o mandrágora silvestre, Mandragora autumnalis. El apelativo 'autumnalis' hace mención  a la época de floración más habitual de la planta, que se desarrolla sobre todo a partir de finales de octubre. Sin  embargo es también frecuente verla en flor hacia febrero, cuando se vuelven a registrar temperaturas similares. El resultado es que la planta puede producir dos tandas de frutos, madurando los primeros más lentamente por culpa de las bajas temperaturas, y estando ya dispuestos para dispersar sus semillas hacia finales de febrero o principios de marzo. Los frutos de la floración invernal se solapan con las anteriores, extendiendo así la época de fructificación hasta el mes de abril en muchos casos.

Mata de mandrágora mostrando sus frutos o 'berenjenillas', que a veces quedan ocultos entre las hojas.

El nombre 'berenjenilla' hace alusión a la forma del fruto carnoso de la oreja de burro, que tiene forma de berenjena aunque con un color naranja intenso y un fuerte olor afrutado en la madurez. A diferencia del resto de la planta, la pulpa del fruto no parece contener alcaloides o lo hace en una concentración muy pequeña. En su interior guarda un número discreto de semillas, en torno a 20, de cubierta dura y muy parecidas a las de los tomates o las genuinas berenjenas. Los frutos pueden atraer a aves o pequeños mamíferos que los consumen, haciendo pasar las semillas por su tubo digestivo, lo que probablemente incrementa su capacidad germinativa. 

Fruto de mandrágora junto a un grupo de semillas, resultantes de la acción de las babosas.

No obstante, no es raro que este ciclo ideal de dispersión de las semillas se trunque por culpa de las babosas, los principales `predadores' de la planta, que consumen ávidamente tanto las hojas como la pulpa de los frutos; el resultado son a menudo pequeños grupos de semillas limpios y dispuestos junto a la propia mata, como el que podéis ver en una de las fotos aquí aportadas.

2016/04/19

Las reinas de los arroyos



Si alguna especie luce más esplendorosa en los arroyos hasta bien entrada la mitad de la primavera, esa es sin duda el ranúnculo blanco, que forma enormes alfombras cubriendo centenares de metros cuadrados. La mayoría de estas masas de flores corresponden a la especie Ranunculus peltatus, la más abundante en Belalcázar y en general en Los Pedroches y otros valles cercanos.


El género Ranunculus da nombre a una familia botánica considerada a menudo muy primitiva, las Ranunculáceas, con abundantes géneros y especies, en su gran mayoría terrestres. Dentro del género Ranunculus dominan igualmente las especies que crecen en tierra firme, que suelen tener las flores amarillas y reciben diferentes nombres populares como botón de oro, centella amarilla, etc.; a este mismo grupo pertenecen los conocidos ranúnculos cultivados o francesillas, donde además del color amarillo de los pétalos, se han obtenido popr selección hortícola otros colores (rojo, rosado, anaranjado, crema, blanco, etc.) y formas de flor doble.   Por el contrario, los ranúnculos acuáticos son generalmente plantas de flor blanca y suelen poseer dos tipos de hojas; unas permanecen sumergidas y suelen estar profundamente divididas, y otras, las flotantes, son a menudo anchas y de forma arriñonada. 

2016/04/18

Los nombres religiosos de algunas flores


Fumaria officinalis, la especie más frecuente de su género en Belalcázar, que a menudo recibe el nombre popular de 'Sangre de Cristo'

Al avanzar el año aumenta el número de plantas en flor en los campos belalcazareños, y muchas de ellas tienen nombres populares, a menudo relacionados con motivos religiosos. En su mayoría hacen referencia al santo que coincide con la época en que más destaca su floración (varita de San José, hierba de San Roberto, etc.). Entre las primeras en florecer se encuentran las plantas del género Fumaria, que reciben a menudo el nombre de 'Sangre de Cristo' por el color rojizo de sus flores. A decir verdad, otras hubieran merecido antes esa denominación, como las comunes amapolas, ya que las especies de Fumaria tienen a lo sumo las flores rosadas en distintos tonos, e incluso algunas de las especies más frecuentes, como Fumaria capreolata, son más a menudo parcial o casi totalmente blancas.

 
A la izquierda, Fumaria officinalis. A la derecha, F. rupestris.

La especie más abundante en Belalcázar es sin duda Fumaria officinalis, que coloniza ambientes afectados por la actividad humana o el ganado, siendo frecuente en los herbazales de calles, cunetas, solares, etc. Suele presentar espigas de flores más o menos densas y de color rosado intenso. El extremo opuesto lo representa F. rupestris, de flores más claras y distanciadas entre sí, siendo propia de roquedos y suelos someros derivados de pizarras; suele huir de las zonas de mayor actividad humana, salvo las cercas de piedra de las fincas. 

 
Ejemplares de dos formas de la especie Fumaria capreolata. El de la izquierda, con el pétalo superior rosado intenso, es más frecuente en Belalcázar, aunque también abundan en ocasiones los de flor casi completamente blanca como los ilustrados a la derecha.

La primavera herpetológica


Galápago común (Mauremys leprosa), frecuente en grandes charcas y arroyos de aguas lentas o estancadas. La imagen es de uno de los muchos ejemplares que pueden verse habitualmente en el arroyo Caganchas a su paso por las inmediaciones del Castillo de Belalcázar, zona a partir de la cual pasa a denominarse arroyo Malagón.

Herpetos o hérpetos es el nombre técnico que agrupa a los reptiles y los anfibios, denominándose herpetología a la rama de la biología que se dedica al estudio de estas especies. Como la mayoría de los vertebrados su vida se activa especialmente con la llegada de la primavera -más aún cuando muchas de las especies de estos dos grupos de animales hibernan o ralentizan totalmente su actividad durante el invierno-, y por sus particulares necesidades vitales muchas de ellas pasan parte o la totalidad de su vida asociados al agua. Os dejamos un par de imágenes tomadas estos días por Belalcázar.

Puesta de anfibio, probablemente de sapo común (Bufo bufo), a finales de marzo en una charca temporal cerca de la vía pecuaria de la Colada.

2016/04/13

El esplendor de las flores amarillas


Floración de la hiniesta (Cytisus scoparius).

Al principio de la primavera abundan especies de colores florales claros, como el blanco o el amarillo, que poco a poco ceden paso a otros más intensos, sobre todo rojos y violáceos. Así, en los matorrales, dominan sobre todo las flores de la hiniesta (Cytisus scoparius) o algo más tarde los de la abulaga (Genista hirsuta), mientras en los herbazales lo hacen diversas especies de jaramagos, destacando sobre todo el jaramago común (Diplotaxis virgata) y el chico o menor (D. catholica).

Campos de pastoreo dominados por la flor del jaramago menor, Diplotaxis catholica, cerca del camino y paraje de La Colada (Belalcázar).

En los sembrados cerealistas suelen dominar hasta mediados de abril  los doblones o crisantemos amarillos (Chrysanthemum segetum). No obstante, an años poco lluviosos como 2016 es más fácil observar plantas con ese color floral pero de menor talla, como la pamplina amarilla (Hypecoum imberbe), también llamada boquita de pájaro o boquera de pájaro, dado el aspecto de la flor cuando aún está cerrada.  


Flores de pamplina amarilla o boquita de pájaro (Hypecoum imberbe)


Cuando llueve mucho y las sementeras están altas, esta especie florece igualmente y a menudo es abundante, pero su color no trasciende en el paisaje al ser ocultado por las matas de cereal; a cambio, en años de primaveras secas, y a veces en los barbechos suficientemente asentados donde se cultvó en años anteriores, pueden dominar ofreciendo su llamativo color. 

Campo dominado por H. imberbe a finales de marzo de 2016, cerca de Rebasco (Belalcázar).

A pesar de su aspecto, Hypecoum imberbe es un pariente cercano de las amapolas, de la familia de las Papaveráceas (Papaveraceae), que como esta otra especie crecen preferentemente en campos cerealistas aunque desarrollándose algo más tarde. 



El 'musgo rojo' no es un musgo.



Colonia de 'musgo rojo', Crassula tillaea, entre cuyos ejemplares crecen otros de uva de gato de la especie Sedum caespitosum.

Por diversas zonas de Los Pedroches puede oírse el nombre 'musgo rojo' para designar a una pequeña planta que forma densos tapices de color rojizo en primavera, y que recuerda claramente por su aspecto al de los musgos que crecen sobre las piedras, tejas, etc.  Sin embargo, la especie en cuestión no es un musgo sino una planta superior, perteneciente al género que da nombre a la familia de las plantas crasas por excelencia, las crasuláceas (Crassulaceae). Se trata de Crassula tillaea -también llamada por su sinónimo Tillaea muscosa, que significa justamente que tiene el aspecto de un musgo. Esta planta es abundante en los claros de pastizales y herbazales bajos que crecen sobre suelos poco desarrollados,a menudo situados sobre lastras u otros afloramientos de rocas que apenas permiten la acumulación de una capa fina de arena. El género Crassula es uno de los que posee más variabilidad de formas y tamaños en el Viejo Mundo, desde plantas anuales como la aquí tratada, hasta arbustos arborescentes como los llamados 'arbolitos de jade' (Crassula ovata y especies parecidas), procedente del extremo meridional de África, y a menudo cultivado por su elevada rusticidad. 


 
A la izquierda, nuestra planta nativa Crassula tillaea (musgo rojo). A la derecha, la especie ornamental Crassula ovata (arbolito de jade).

De la misma familia de las crasuláceas son las uvas de gato -plantas del género Sedum-, representada en nuestra zona por abundantes especies, entre las que algunas poseen también color rojizo en sus hojas, siendo la más habitual por Belalcázar Sedum andegavense, de hojas más anchas que altas y casi esféricas a simple vista.  

Ejemplares de Sedum andegavense.

A esta misma familia, particularmente rica en especies en Los Pedroches, y a menudo adaptadas a ambientes rocosos con escasez de agua, pertenecen las 'orejillas de fraile' u 'orejas de roca', especies del género Umbilicus, de las que la más habitual es U. rupestris.


Umbilicus rupestris, colonizando la repisa de un balcón.