2014/10/18

Las mandrágoras belalcazareñas, en el Jardín Botánico de Valencia

El Jardín Botánico de la Universidad de Valencia dispone desde finales de 2013 de ejemplares de mandrágora (Mandragora autumnalis) en su sección de plantas útiles, gracias al material facilitado desde Belalcázar por Claudio Rodríguez, que cedió el rizoma de un ejemplar que poseía en su cerquilla. 

Ejemplar de Mandragora autumnalis en el Jardín Botánico de Valencia, procedente de rizoma belalcazareño. Octubre 2014.

Tras unos meses de aclimatación, al final de los cuales ya empezó a florecer a finales del pasado invierno, el rizoma de mandrágora alcanzó un tamaño suficiente para ser dividido en varios fragmentos, lo que permitió la obtención de nuevas plantas ya instaladas sobre suelo, que han empezado a florecer al mediados de octubre de 2014.

2014/10/05

La llegada del otoño

Aunque el verdadero otoño que sentimos -el térmico- tardará aún unos días en llegar, hay señales de las plantas que nos indican que entramos ya en esa época del año. Muchas de las especies más características que florecen en este período lo hacen en su segunda mitad, como ocurre con la mandrágora (Mandragora autumnalis). A cambio, la mayoría de bulbosas otoñales suelen ser más fieles a la primera mitad. De ellas hemos seleccionado una que aparece por rodales en todo el Valle de los Pedroches, sobre todo en pastizales y majadas poco alteradas o cerca de lindes forestales, donde no haya sobrepastoreo; se trata de la campanilla de otoño, Leucojum autumnale. Normalmente es una planta muy pequeña, que apenas se alza 5 o 10 cm sobre el suelo. Sus flores son blanco-rosadas, no perfumadas, y los tépalos externos están recortados en el extremo presentando 3 dientes. Hay una especie similar pero más frecuente hacia el Sur de Andalucía Occidental, desde el centro la provincia de Córdoba hasta las comarcas litorales que lindan con el Atlántico y el Mediterráneo; se trata de L. trichophyllum, muy parecida a L. autumnale pero con tépalos acabados en un ápice no recortado.

Campanilla de otoño (Leucojum autumnale)

2014/09/04

Alegrías (vegetales) en casa



 
Aspecto de una de las variedades ornamentales de Impatiens walleriana, la especie actualmente más cultivada bajo el nombre popular 'alegría de la casa'


Entre las especies de plantas ornamentales más populares en Belalcázar se encuentran las ‘alegrías de la casa’ (plantas del género Impatiens), que se adaptan perfectamente a los patios y a interiores bien iluminados. Se encuentran entre nosotros hace ya muchas décadas, aunque muchas de las personas que visitan el blog se habrán percatado de que las actuales ‘alegrías’ no son las mismas que se veían hará 30 o 40 años.

Impatiens balsamina, especie que hasta hace pocas décadas se cultivaba como representante del género Impatiens en las casas belalcazareñas.

Las plantas que tradicionalmente se cultivaban de este género correspondían a la especie Impatiens balsamina, llamada popularmente ‘balsamina’, cuyas flores nacían en las axilas de las hojas, colocándose sobre el tallo a modo de espiga; a veces las flores quedaban escondidas por las hojas, perdiendo la planta parte de su interés en jardinería. I. balsamina es oriunda del SE asiático, y probablemente entró en Europa hace bastantes siglos, precedida por su fama como planta medicinal –aunque luego aquí se usara casi exclsuivamente como ornamental-. En las boticas centroeuropeas de finales del XIX y principios del XX, la balsamina se dispensaba como antihistamínico y como remedio curativo para las picaduras de serpientes y arañas. En la actualidad, I. balsamina es una especie rara de observar como planta de interior, y en ocasiones se utiliza en jardinería pública para fromar grupos o arriates en sitios poco iluminados.

Ejemplos de algunas de las variedades cultivadas de Impatiens walleriana.
 
En las últimas 3 décadas se ha popularizado progresivamente el empleo de otra especies de este género, que es la que actualmente se tiene como especie de interior. Se trata de Impatiens walleriana, de flores más grandes y achatadas, agrupadas en los extremos de los tallos; proviene del E de África, y para algunos especialistas se trata de una planta de origen híbrido. Posee más de una docena de cultívares con formas florales diferentes, a las que hay que añadir la fuerte variación del color floral en cada una de ellas, desde el blanco o el rosado cárneo hasta el púpura o el rojo vivo.

Impatiens balfourii, conocida como 'pendientes de la reina', cultivada sobre todo en zonas de climas fríos y lluviosos, y ocasionalmente asilvestrada como en la imagen, en las inmediaciones de Peroblasco (La Rioja).

El género Impatiens posee más de 100 especies, en su mayoría anuales, distribuidas por el hemisferio N, viviendo desde las selvas lluviosas de clima tropical hasta zonas de gran altitud, o bosques templados en el NE asiático y Norteamérica. De este último grupo de plantas de climas fríos, se cultiva también otra especie, abundante e incluso fácilmente asilvestrada en el N de la Península Ibérica, que a veces se ha mantenido en casas y patios en Los Pedroches, aunque aguanta mal los veranos excesivamente calurosos. Se trata de I. balfourii, conocida como ‘pendientes de la reina’ por la forma de sus flores colgantes; procede de las riberas de las zonas bajas del Himalaya, y sus flores suelen ser casi siempre blancas en la parte superior y rosadas en los pétalos inferiores.

Aspecto de la planta y flores de Impatiens balfourii

El género Impatiens, recibe su nombre por la ‘impaciencia’ de sus frutos, cápsulas alargadas que estallan rápidamente al tocarlos si están maduras, expulsando docenas de semillas diminutas y a menudo adhesivas al tacto. El nombre de la única especie nativa de Europa redunda en esta característica; se trata de I. noli-tangere -es decir, ‘no tocar’-, parecida a la ilustrada I. balfourii pero de flores amarillentas y relativamente grandes. Las Impatiens son denominadas a menudo ‘no me toques’, precisamente por esa característica de la rápida explosión del fruto, que facilita su dispersión.

Impatiens grandiflora, especie invasora en las regiones atlánticas de Europa. Imagen tomada en la reserva natural de Sombeke (Bélgica, 09.2000)
 
Varias especies exóticas de este género se han asilvestrado, sobre todo en el centro y norte de Europa, siendo las más relevantes Impatiens grandiflora, colonizadora de riberas fluviales, e I. parviflora, que suele formar densos tapices herbáceos en los bosques a hayas y robles de algunos países del centro de Europa. Afortunadamente ni I. balsamina ni I. walleriana -esta última a menudo es estéril- parecen comportarse como plantas invasoras en nuestros evosistemas naturales.

Impatiens parviflora, invasora en el sotobosque del bosque de hayas y carpes del Monumento Natural de Plesivec (República Checa, 06.2001)

I. parviflora, invasora del sotobosque de los tramos de vegetación forestal en el Jardín Botánico Silva-Taruca  (Pruhonice , República Checa, 08.2000) y de la Universidad de Cluj (Cluj-Napoca, Rumanía, 09.2007)

2014/08/28

Llegaron para quedarse



Desde hace algunos años es cada vez más frecuente ver por todos los cascos urbanos de Los Pedroches ejemplares residentes de Tórtola turca o de collar (Streptopelia decaoto). Esta especie se emepzó a ver como animal de granja en los años 70 y 80, y en algunos casos hubo intentos de sueltas para su aprovechamiento como especie cinegética, pero a diferencia de la Tórtola común (Streptopelia turtur), la de collar no se adaptaba a los entornos naturales, de los que huía rápidamente, o donde desaparecía rápidamente al ser presa fácil de los predadores.

Ejemplar de tórtola turca, instalado en la cruz de la veleta de la Casa de Osuna de Belalcázar, en agosto de 2014.

En las últimas 3 o 4 décadas se ha producido de un lado el asilvestramientop de esos ejemplares cautivos en los entornos urbanos, y de otro la colonización progresiva de la especie de modo natural, desde el Mediterráneo Oriental al Occidental, lo que ha hecho aumentar su presencia en nuestra zona, siempre refugiándose en la áreas habitadas por el hombre, donde nidifica con facilidad en árboles y a veces en las propias viviendas. Sus nidos son extremadamente sencillos, a menudo hechos con unas cuantas ramillas entrecruzadas , mantenidas con un lecho de excrementos de la propia especie.

Por carteles que no sea



Al acceder a Belalcázar desde Cabeza del Buey, pasado el último altillo que ya permite otear el casco urbano, el viajero puede encontrarse ante un cartel difícil de digerir o que apenas le dirá nada. Se encuentra a mano izquierda, a la altura de la Fuente del Chorrito pero al otro lado de la carretera A-422. Como veréis en la imagen –de ahora, aunque hace ya unos cuantos años que está en el mismo sitio- es una placa grande de granito con un mapa más que esquemático y, eso sí, con una plaqueta de plástico poco estética, donde algunos logotipos institucionales se dan de codazos entre sí –falta el del ayuntamiento belalcazareño, que hizo bien en no entrar en el asunto- . Poca información da el monolito, indica la situación de las poblaciones que formaban parte del Condado de Belalcázar, pero a una escala tan grande y sin referencia de las distancias, que al viajero a pie le sirve de muy poco; al menos, eso sí, el caminante se lo topa casi de frente yendo por su izquierda y le da tiempo a contemplarlo. Es una lástima, porque el granito está bien tallado, y estando buena parte del espacio del panel desaprovechado, podría complementarse con información más útil para caminantes y ciclistas.


Al viajero en vehículo no le da ni tiempo a verlo, a mano izquierda apenas pasado un cambio de rasante, justo en el sitio donde no puede ni debe detenerse; de hecho lo raro es que llegue a percatarse de la presencia. Lo normal es que esté atento a su derecha, por donde le sale al paso un camino entrante asfaltado –el antiguo trazado de la propia carretera-, la imponente imagen del Castillo de Belalcázar, y una excelente visión de todo el casco urbano de la localidad. Por supuesto, si va en sentido inverso, hacia Cabeza del Buey, solo ve el monolito por detrás, sin ninguna información.   

2014/08/20

La hierba de las cunetas



Matas de Dittrichia graveolens, al pie de uno de los mojones que rodean el entorno de la antigua caseta de peones camineros, a la salida de Belalcázar por le carretera A-422 hacia Cabeza del Buey.
 
En alguna ocasión han enviado al blog preguntas sobre la hierba de las cunetas que sale a finales del verano por las carreteras que llegan a Belalcázar. Lleva muchas décadas con nosotros pero parece estar en expansión, y cada año se hace más abundante.

Aspecto de matas jóvenes (izq.) y del extremo de un tallo ya florecidos (der.) de D. graveolens 


Se trata de la especie Dittrichia graveolens, de la familia de las Compuestas o Asteráceas, y es pariente próximo de la olivarda (D. viscosa), de costumbres parecidas pero de presencia más reciente en nuestra zona y con mayor talla y vistosidad. Al ser menor la D. graveolens se la suele denominar 'olivardilla', aunque también está afianzado el nombre 'yerba pulguera', ya que como otras plantas parecidas de olor fuerte y algo desagradable, se usaba para prevenir las presencias de las pulgas y otros parásitos. El olor se desprende de los compuestos almacenados en glándulas y pelos dispuestos sobre las hojas y el tallo, que le confieren además un tacto viscoso, adhiriéndose fácilmente a la piel cuando se toca la planta. 

Como ocurre con la tradicional yerba pulguera belalcazareña, la 'matarrabias' (Pulicaria hispanica), la olivardilla también se ha usado en el pasado para fabricar escobas domésticas, que unían dos características adicionales al arte de barrer; de un lado, al mantenerse durante algún tiempo la adhesividad de sus hojas y tallos, permitían capturar parte de la suciedad que se quería eliminar en el suelo, siendo especialmente útiles en rincones, suelos de bolillos y otros lugares poco accesibles para las escobas de otros materiales (palmiche, tamujo, alijonjera, etc.); de otro, al dispersar su esencia ayudaban a desinsectar las viviendas, ahuyentando a chinches y pulgas.


Cabezuelas florales de la olivardilla, donde pueden apreciarse los pelos glandulares que le confieren aspecto viscoso al tacto, y que desprenden el característico olor de la planta.

La olivardilla es planta anual y florece desde finales del verano hasta bien entrado el otoño, dispersando sus semillas en los meses ventosos del invierno. No suele sobrepasar los 50 o 60 cm de talla, y además de en las cunetas de carreteras no es raro verlas, cada vez más, como planta colonizadora de los barbechos estivales que aún no se hayan labrado.

2014/08/19

Bienvenida al viajero



Para el viajero que viene desde Extremadura por la carretera A-422, la llegada al casco urbano de Belalcázar la anuncia un cartel viario –como siempre sin acento en la segunda A de Belalcázar, a pesar de que en castellano es obligatorio en los nombres escritos en mayúsculas-, tras el que se erguía hasta hace poco un frondoso ejemplar de pino piñonero. 


El árbol está muerto hace algún  tiempo, y como ocurre en la mayoría de especies de pinos, no tiene opciones de rebrote. No estaría de más sustituirlo por otro ejemplar, de la misma especie o si se desea de otra, pero con mejor aspecto para dar la bienvenida al viejero que nos visite. De paso puede ponerse por supuesto la tilde al nombre del pueblo, lo reclama a gritos hace muchos años.