2011/05/13

Los 'buphthalmos' del botánico belalcazareño Tomás Murillo-Velarde

A pesar de que nuestro pueblo ha dado a la historia casi exclusivamente gentes de armas, letras o altares, existe algún caso ‘disidente’ de celebridades dedicadas a la ciencia, destacando entre ellos el de Tomás Murillo-Velarde y Jurado; nacido en Belalcázar hacia 1610, fue médico de Felipe IV y Carlos II, e impartió conocimientos de botánica y medicina como catedrático en la Universidad de Granada. Una de sus obras más célebres, conocido entre los estudiosos españoles como ‘Tratado de raras y peregrinas hierbas’ (título resumido, ya que el verdadero original es muy extenso), dedica parte de su contenido a explicar la diferencia entre lo que en aquella época se conocía como ‘abrótanos’ u ‘obrótanos’, y los ‘besphthalmos’ o ‘buphthalmos’. Los primeros incluyen a diversas especies aromáticas de géneros Artemisia y Santolina, mientras los segundos corresponden a lo que en la ciencia botánica previa al sistema de nombres científicos de Linneo -establecido a mediados del XVIII- se conocía como Buphthalmum. Linneo respetó dicho nombre, que es una latinización de otro similar griego; traducidos a la fonética castellana, diríamos que la palabra se divide en ‘bu’ (buey) y ‘oftalmos’ (ojo), de donde deriva el fitónimo tradicionalmente dado por los farmacéuticos medievales, ‘ojo de buey’, que acabó siendo el nombre vulgar actual de este grupo de plantas. Los ‘ojos de buey’ agrupan a plantas hoy en día adscritas al género Asteriscus (por el aspecto estrellado de sus capítulos florales), aunque una de ellas, la más abundante (Asteriscus spinosus) suele incluirse en un género independiente, Pallenis (como Pallenis spinosa). Algunos botánicos adscribieron al mismo género plantas de inflorescencias parecidas, que hoy en día reconocemos como miembros de otros géneros, en particular Inula o Pulicaria.

Ejemplares de ojo de buey común, de apenas 2 a 3 cm de talla, cerca de la Cruz de Palo, en Belalcázar. © E. Laguna, 23.04.2011

En su ‘Tratado de raras y peregrinas hierbas’, Murillo-Velarde comentó especies de distribución relativamente amplia, que muy probablemente conocía ya desde su infancia en Belalcázar. Así, y aunque sus obras escritas se redactaron fundamentalmente en Madrid y Granada, ninguna de ambas tierras alberga a la mandrágora hembra (Mandragora autumnalis), planta que a cambio sí que existe en Belalcázar. No ocurre así con sus ‘ojos de buey’, ya que las especies españolas están ampliamente extendidas, y en particular las propias de tierras interiores, representadas por dos plantas presentes en Belalcázar y otros términos cercanos de los Pedroches, La Serena y el Valle de Alcudia. Se trata de Pallenis spinosa y Asteriscus aquaticus.

Imagen de la inflorescencia de Asteriscus aquaticus. © E. Laguna, Belalcázar, 24.04.2011

El ojo de buey menor o común (Asteriscus aquaticus) no es muy frecuente aunque aparece a veces algo abundante en rodales por Belalcázar. A pesar de su nombre no es en absoluto una planta palustre o colonizadora de arroyos, sino que suele crecer en pastizales de baja talla y claros del matorral. Aunque en otras zonas puede alcanzar tallas más notables, ramificándose y superando los 30 cm, en Belalcázar suele crecer como una planta diminuta que pasaría desapercibida si no fuera por su llamativa floración.

Aspecto general del ojo de buey espinoso (Pallenis spinosa). © E. Laguna, 06.2008

La otra especie, el ojo de buey espinoso (Pallenis spinosa) es aparentemente más frecuente, y parece estar incluso en expansión en bordes de carreteras y caminos, colonizando a menudo suelos duros o compactados donde otras plantas tienen dificultad para crecer. Su aspecto difiere del ya indicado para A. aquaticus salvo en el capítulo floral. Pallenis spinosa suele ser planta más elevadas, de ramas casi verticales, con una roseta densa de hojas en la base y otras más alargadas a lo largo del tallo, sobre todo en los sitios donde se ramifica; las hojuelas externas que rodean al capítulo floral acaban en fuertes espinas, que confieren el nombre científico a la planta. Las flores de P. spinosa pueden variar del amarillo fuerte o algo anaranjado al pálido o blanco-amarillento, mientras en Asteriscus aquaticus son normalmente de color amarillo intenso. En Belalcázar Pallenis spinosa crece más frecuentemente en suelos pizarrosos, por la zona occidental (p.ej. por los Malagones, en las cunetas de la carretera que va hacia la Estación de Belalcázar), mientras A. aquaticus parece preferir sustratos derivados de calizas, o bien terrenos ricos en arcillas pero dentro del sector granítico centro-oriental del término municipal. Estas preferencias no son necesariamente exportables a otros municipios, ya que ambas especies pueden colonizar hábitats coincidentes.

Capítulo floral de Pallenis spinosa. © E. Laguna, 05.2008

El cardillo azul en flor

Cardillo azul (Carduncellus cuatrecasii), fotografiado en las veredas cercanas al camino de La Mata de Belalcázar. © E. Laguna, 23.04.2011

Uno de los endemismos cordobeses más notables es el cardillo azul, Carduncellus cuatrecasii, perteneciente a la familia de las compuestas o asteráceas. Parece que su distribución mundial se centra especialmente en la serranía Subbética, tanto en Córdoba como en provincias colindantes, pero se conoce su presencia disyunta en los Pedroches y áreas cercanas del norte de la provincia.

A pesar de su nombre, esta planta no es objeto de consumo como los verdaderos cardillos (Scolymus hispanicus, también asterácea), y de hecho sus hojas, mucho más rígidas, recuerdan más bien a las del cardocuco o cardo de seta (Eryngium campestre, planta de la familia de las apiáceas o umbelíferas), aunque son más pelosas. El cardillo azul aparece en pastizales y matorrales abiertos no muy pastoreados, y florece hacia mayo o principios de junio, aunque las temperaturas benignas de esta primavera han favorecido que floreciera antes, ya desde mediados de abril.

Inflorescencia de Carduncellus cuatrecasii, rodeada de brácteas espinosas. © E. Laguna, Belalcázar, 24.04.2011

A diferencia de los cardillos, esta especie exhibe sus cabezuelas de flores casi a ras del suelo o al final de tallos muy cortos y algo tortuosos, y las brácteas espinosas que las rodean están cubiertas de vellosidad blancuzca. Por Los Pedroches existe otro representante del género, Carduncellus caeruleus, también de flores azules pero con tallos más rectos y elevados, y con brácteas florales espinosas poco divididas, que cubren solo la parte basal de la cabezuela floral; las hojas son además más enteras, aserradas pero poco espinosas. En C. cuatrecasii, la brácteas basales espinosas cubren toda la cabezuela, y como veis en la foto están inmediatamente rodeadas de las últimas hojas del tallo, estrechamente divididas y armadas con fuertes espinas al final de cada nervio.

Hohas del tallo de Carduncellus cuatrecasii. © E. Laguna, 24.04.2011

Esta planta fue dedicada a uno de los botánicos españoles más célebres, el Dr. José Cuatrecasas Arumí (1903-1996)*, que desarrolló gran parte de su carrera botánica en Estados Unidos -falleciendo de hecho en Washington-, siendo uno de los grandes descriptores de la flora tropical mundial. Entre sus primeros trabajos, desarrollados en España, destacaron sus estudios de algunas zonas de Andalucía, y en particular del macizo de Sierra Mágina (Jaén), en el que realizó su tesis doctoral.

El ajo negro ni es negro ni huele a ajo

Allium nigrum, en campos de cereal junto al camino de La Mata en Belalcázar. © E. Laguna, 23.04.2011

Entre las plantas fieles a las sementeras, que raramente se ven fuera de éstas o de sus lindes, está una bulbosa denominada ‘ajo negro’ en la mayoría de diccionarios de nombres populares, aunque dicho término parece derivar de una mera adaptación de su nombre científico, Allium nigrum. Como otros casos parecidos es probable que la difusión de ese nombre se hiciera en el pasado a través de apotecarios (o sea, boticarios), médicos u otros estudiosos de las plantas y sus utilidades. Aunque escasea por Belalcázar -de hecho ni siquiera está citada para el norte de Córdoba en los principales catálogos de referencia sobre nuestras plantas superiores-, este año hemos podido localizar algunos ejemplares en los campos de trigo y centeno que bordean el camino de La Mata.

Inflorescencia de Allium nigrum. © E. Laguna, Belalcázar, 23.04.2011

Las flores del ajo negro no son realmente negras sino violáceas o rosado-azuladas, y se reúnen en gran número en cabezuelas con forma de copa. La estructura de las flores es parecida a las del restos de especies del género Allium, lo que justifica su inclusión en dicho grupo; sin embargo, y a diferencia de casi todos sus congéneres, las partes aéreas y subterráneas de la planta no despiden el característico aroma de los ajos. De hecho se trata del único representante en nuestras tierras del subgénero Melanocrommyum, muy raro en la Europa Occidental, y es muy probable que como en el caso de otras plantas mesegueras -o sea, propias de los sembrados cerealistas- se trate realmente de un arqueófito, una planta inicialmente no nativa de nuestra flora, pero que llegó en tiempos antiguos, en el marco de la expansión de los cultivos a los que se asocia. En la mayoría de tratados botánicos, muchos de nuestros arqueófitos cerealistas están prácticamente considerados como plantas autóctonas, ya que su extensión hasta el Mediterráneo Occidental pudo durar miles de años, y realizarse involuntariamente por el ser humano.

Macrofotografía de flores de un ejemplar belalcazareño de Allium nigrum © E. Laguna, 24.04.2011

2011/05/05

El árbol del Paseo

Flor de Melia azederach. © E. Laguna, 05.05.2011

Estos días anda en flor el árbol que domina desde hace décadas el Paseo de Corpus Barga (o simplemente 'El Paseo') de Belalcázar. En el mundo de la jardinería, donde a menudo se conservan parte de los nombres científicos, a este árbol se le denomina 'melia', ya que el nombre de esta especie es Melia azederach. 'Melia' era el nombre de una de las ninfas más conocidas de la mitología griega. Los nombres más habituales para esta especie vegetal en castellano son 'lilo hindú' (en referencia al origen de la planta, ya que proviene del Sur y Sudeste asiático), o por defecto 'árbol del paraíso', nombre que sin embargo se atribuye en lengua castellana a muchas especies arbóreas tropicales de flores fragantes. También se le denomina ocasionalmente 'cinámono', apelativo que más bien conviene reservar para las lauráceas del género Cinnamonum; éste último incluye a diversos árboles subtropicales muy diferentes de las melias, como son el de la canela (Cinnamonum zeylanicum) o el del alcanfor (C. camphora).

Fruto de Melia azederach. © E. Laguna, 05.04.2011

La Melia azederach tiene una floración breve pero muy fragante, sobre todo al anochecer y al amanecer, momentos en que puede atraer más a los insectos de vuelo crepuscular. A diferencia de las flores, sus frutos, amarillentos y carnosos, son más bien pestilentes, de aroma muy desagradable. Aunque es una especie caducifolia cuyas hojas amarillean en otoño y se desprenden del árbol con los primeros fríos invernales, es habitual que muchos de los frutos soporten esa época del año, y acaben cayendo al suelo por el empuje de las nuevas yemas o por el efecto de los fuertes vientos primaverales. En consecuencia no es raro ver algún ejemplar estos días con flor, y nuevas, al que simultáneamente queden aún algunos frutos por caer. Conviene recordar de paso que, en determinadas circunstancias favorables, puede convertirse en una especie invasora de nuestros ecosistemas, por lo que no es aconsejable plantarla en medio de entornos naturales (p.ej., en áreas recreativas forestales).

Para ampliar información sobre esta especie y sobre los cinámonos podéis consultar sus correspondientes fichas en la Wikipedia:

A muchas aguas, más ranas

Maco de rana común, fotografiado en el puente que cruza sobre el arroyo Caganchas o Malagón junto a la fuente y abrevadero del Pilar, en Belalcázar © E. Laguna, 25.04.2011

Con un año tan lluvioso y a la vez cálido era raro que los anfibios no aparecieran por doquier, incluso los más inhabituales. Lo nos incondicionales por supuesto son la rana (Rana perezi) y el sapo común (Bufo bufo), que campean a sus anchas. Pero tampoco ha sido raro ver estos días a otros anuros -anfibios sin cola- como el sapillo pintojo meridional (Discoglossus jeanae), alrededor de las charcas donde intentará aparearse.

Tritón enano (Triturus pygmaeus), en las inmediaciones de la Estación de Belalcázar (El Viso). ©E. Laguna, 23.04.2011

Del grupo de los urodelos o anfibios 'con cola' localizamos estos días al tritón enano o tritón jaspeado meridional (Triturus pygmaeus), una de las 3 especies de este grupo de anfibios por el Valle de los Pedroches, y de paso la más llamativa por sus colores. Las otras dos son el gallipato o ‘marrajo’ (Pleurodeles waltl) y el tritón ibérico (Lissotriton boscai), de las que el primero es fundamentalmente acuático, mientras el segundo hace a menudo escapadas más largas a tierra firme.