2010/12/12

Se acaba el tiempo de los frutos de otoño

Se acerca el fin del otoño, y con él también lo hacen los frutos de los ‘árboles olvidados’, aquellos que nos ofrecieron alimento durante siglos y que han desaparecido de nuestro paisaje en apenas 3 o 4 décadas.

En octubre y principios de noviembre maduraron las azufaifas o ‘cirimbombos’, frutos del azufaifo (Ziziphus sativus, considerado como variedad domesticada de la jojoba, Z. jujuba). Los lectores fieles al blog recordarán que ya pusimos varias reseñas monográficas a finales del otoño de 2008. Se trata de un árbol espinoso de pequeña talla, de origen asiático. Fue cultivado desde tiempos remotos, formando parte de la dieta habitual de las generaciones precedentes; su utilización cayó en abandono por diversas razones agronómicas, asociadas tanto a la dificultad de su cultivo en marcos de plantación habituales para árboles frutales, como a los problemas que acarreaba la recolección del fruto -por la gran cantidad de espinas de las ramas- y su posterior comercialización. Los frutos son comestibles y particularmente dulces, pero poseen un ‘hueso’ o semilla que en las variedades antiguas apenas si deja sitio para la pulpa; por el contrario las modernas son menos sabrosas pero de frutos mayores y con más pulpa o ‘carne’, a menudo de textura acorchada. Aunque actualmente se ha reavivado su cultivo de modo puntual -solo para alguna de esas nuevas variedades-, el azufaifo ha desaparecido casi por completo del paisaje agrario español, y a menudo ha acabado manteniéndose ocasionalmente formando parte de jardines y patios.

Claudio Rodríguez nos hizo llegar a principios del otoño varias fotografías de Rafa López Monje y José Ruíz Díaz, donde podréis ver un ejemplar ya casi monumental para la especie, conservado en un patio de Belalcázar, y comparación de los tipos de frutos más usuales.

Ejemplar de raza tradicional de azufaifo (de frutos pequeños) del patio de Aguilar, en la calle del Pilar de Belalcázar © José Ruíz Díaz, 11.10.2010

Una peculiaridad del azufaifo es su fuerte tendencia estolonífera, produciendo raíces horizontales que se alejan hasta varios metros de la planta madre, y que a su vez dan lugar a nuevos tallos; esta es de hecho una de las principales dificultades para su cultivo agrario, ya que es difícil controlar la tendencia expansiva de las plantas. Al tratarse de un árbol fuertemente espinoso, es necesario vigilar y erradicar tales nuevos tallos. Para evitarlo, en algunas regiones se injertaron sobre otras especies arbóreas, a menudo de familias botánicas muy diferentes, como las rosáceas (especialmente el manzano o el membrillero).

Ramas del azufaifo arriba ilustrado, con frutos ya maduros, listos para su consumo. © José Ruíz Díaz, 11.10.2010

Aspecto comparativo de los frutos de la raza tradicional (pequeños, a menudo más dulces) y los de las más modernas (a la derecha). Éste último corresponde a un ejemplar injertado sobre manzano, según nos ha informado Claudio Rodríguez. © Rafael López Monje, 08.10.2010