Para muchos de nuestros mayores, el verano se asocia entre otras cosas a las moras que consumían en su infancia. Las moras pedrocheñas provienen de dos grupos de plantas. De un lado, las moras de zarza, que en Belalcázar corresponden a la especie Rubus ulmifolius (zarzamora), abundante en arroyos, cañadas y otras cursos fluviales; estas moras se comían ocasionalmente, pero no era habitual recolectarlas ni consumirlas en gran cantidad, dada la excesiva abundancia de semillas, molestas al masticar e indigestas si se tomaban en abundancia.
Por otro lado están las moras de árbol, que se obtienen de las especies del género Morus. Desde el punto de vista botánico este tipo de mora no es realmente un ‘fruto’ sino una infrutescencia o agrupación de frutos, formada por numerosas drupas –frutos carnosos con una sola semilla- apiñadas, hasta el punto de no poder separarse entre sí; técnicamente, cada mora es una ‘polidrupa’, y cada 'grano' de la mora es un fruto completo que proviene de una sola flor. Las moras belalcazareñas más tradicionales son las del moral, Morus nigra, especie originaria de Irán y zonas colindantes, que fue introducida en Europa en época prerromana. Además de por las propiedades alimenticias y el uso tintorero de las moras, el árbol se cultivaba por sus virtudes medicinales; hoy en día sabemos que, entre otros productos, los árboles del género Morus poseen resveratrol, un compuesto químico de propiedades antioxidantes y anticancerígenas, de alto interés farmacéutico. De modo más reciente se ha expandido en Los Pedroches el empleo ornamental de la morera (Morus alba), especie más sensible al frío o la sequía, pero más resistente a las podas, adaptado en mejor medida a la jardinería urbana. La planta se cultivaba ya desde antiguo en la comarca, pero de modo muy puntual. La morera se introdujo en Europa más tarde que el moral, expandiéndose sobre todo en época medieval, e implantándose ampliamente su cultivo en algunas zonas de España –sobre todo en las vegas bajas de los grandes ríos mediterráneos- entre los siglos XV y XVIII, al utilizarse sus hojas como alimento para el gusano de seda, larva de la mariposa Bombyx mori; tenéis datos accesibles en la correspondiente entrada de la Wikipedia:
Hojas (arriba, Quart de Poblet -Valencia-, 30.03.2006) y moras (abajo, Catarroja -Valencia-07.05.2006) de la morera (Morus alba). ©E. Laguna
La sericicultura (cultivo del gusano de la seda, que llevaba apareado el de la morera) entró en declive a mediados del siglo XIX por la expansión de enfermedades que diezmaron las explotaciones del insecto. La expansión jardinera de la morera (M. alba) es bastante reciente y se ha visto aumentada en los últimos años por la comercialización de cultívares estériles de crecimiento rápido, que procuran abundante sombra en pocos años sin generar las molestias que provocan las moras en adoquinado, coches aparcados bajo su copa, etc. Igualmente se ha extenido el empleo de las moreras de copa horizontal y hoja palmeada (Morus kagayamae Koidz.), que algunos expertos consideran una mera variedad de la morera común (M. alba) y otros atribuyen a una especie cercana también asiática, Morus australis Poiret; usualmente estas moreras de hoja palmeada se injertan sobre pies de Morus alba.
El moral (Morus nigra L.) produce moras de color granate oscuro a negro, relativamente duras y particularmente sabrosas; las hojas son ligeramente rígidas, poco brillantes y ásperas al tacto; las drupas (cada ‘grano’ que forma la mora) tiene un extremo sobresaliente en forma de cono. En la morera (Morus alba L.), la mayoría de razas producen moras blancas o parcialmente tintadas de rosa a granate -aunque existen variedades con frutos más oscuros-, y son algo insípidas comparadas con las del moral, presentando textura más babosa en el paladar; las hojas son a menudo más grandes, brillantes y lisas, suaves al tacto; las drupas son de extremo redondeado, no tan cónico como en las moras de moral. Además, la fructificación de ambas especies suele distanciarse en el tiempo, yendo la de la morera de finales de mayo a principios de julio, y la del moral entre finales de julio y mediados de agosto. Los frutos de morales y moreras pueden usarse para fabricar confituras, debiendo sopesarse la cantidad de azúcar a emplear en función del dulzor natural de la fruta. Para algunas variedades, puede ser conveniente filtrar la mermelada obtenida para eliminar semillas, si estas se presentan. Las moras de los morales se usaron en el pasado para tintar, y sus manchas son difíciles de erradicar de los tejidos cuando los manchan accidentalmente. Dice el refrán que ‘la mancha de mora negra con una blanca se quita’, aunque dicha regla solo parece cumplirse (y a duras penas) con las moras oscuras que tienen algunas variedades de M. alba. Las del moral propiamente dicho siempre tuvieron peor solución, entre otras cosas porque sus frutos maduros no suelen coincidir con los de la morera...
Los viejos morales belalcazareños, antiguamente abundantes cerca de caminos y carreteras o como árboles de sombra y complemento en las lindes de las huertas, han ido desapareciendo en las últimas décadas; a su progresiva muerte natural sin reposición por nuevas plantas, se ha sumado su tala por la ampliación de carreteras o las podas excesivas que sufrieron muchos ejemplares locales hace ya más de dos décadas –podas que probablemente hubieran resistido bien las moreras, pero no los morales-. De los viejos morales apenas quedan en pie pocos ejemplares, como el de la Ermita de Nuestra Señora de Consolación, mantenido gracias al cuidado que los ermitaños o santeros le han dedicado año tras año.