Aunque aún no ha acabado de entrar el invierno para las plantas (el de las temperaturas) sí que entramos hace pocos días en el oficial (el de las horas de luz), y de paso se han ido extinguiendo los apogeos florales de las especies otoñales. Algunas empezaron pronto, como las perfumadas esparragueras trigueras, que ya en agosto lucían sus flores, quizá poco atractivas a la vista pero que no pasan desapercibidas al olfato; sus parientes cultivados, como las esparragueras plumosas, han florecido con mayor fidelidad en su época óptima, hacia octubre y noviembre.
Esparraguera plumosa (Asparagus setaceus) en flor. ©E. Laguna, 22.10.2011
Más escasas, pero a menudo más llamativas, son las bulbosas otoñales, de las que no suele faltar por nuestros montes el azafranillo o azafrán silvestre (Crocus serotinus subsp. salzmannii), pariente del azafrán cultivado (Crocus sativus); ambas especies florecen entre septiembre y noviembre, o más raramente hasta diciembre, pero el azafrán cultivado ha sido seleccionado durante siglos para poder aprovechar sus 'hebras', que en realidad son los estigmas secos o muy ligeramente tostados.
Flor del azafranillo (Crocus serotinus subsp. salzmannii ). ©E. Laguna, 10.2005
El otoño de 2011 ha sido demasiado cálido, y eso ha influido en que muchas de nuestras plantas otoñales apenas si hayan florecido. 2012 no promete ser mucho más regular; pronto le daremos la bienvenida, mientras echan sus flores los junquillos cultivados y optras pocas especies atrevidas con el frío.