Rama fructificada de tejo (Taxus baccata) © E. Laguna, 01.09.2000, Praga (República Checa)
Las plantas forman parte prácticamente de todas las
ceremonias conocidas en el ser humano, en las que llegan a adquirir un papel
relevante. Un excelente ejemplo lo constituyen las fiestas que ahora finalizan,
que en buena parte se identifican con la imagen de algunas especies vegetales.
Destacan particularmente las que muestran fuertes contrastes entre tonos verdes
y rojizos, lo que probablemente deriva de antiguas tradiciones paneuropeas como
las del culto al tejo, el árbol sagrado de los celtas, cuyas ramas invernales fructificadas se exhibían en ocasiones en la entrada de las casas para alejar
los malos espíritus. El tejo (Taxus
baccata), árbol que pude superar los 2000 años de edad, es planta nativa de la
península Ibérica, donde abunda en la fachada atlántica y zonas umbrosas de la mitad septentrional septentrional,
enrareciéndose en la parte de influencia mediterránea, en la que ha quedado
relegado a las umbrías frescas de las montañas más elevadas; su uso como planta
navideña ha desaparecido con el tiempo, tanto por la rareza de la especie como
probablemente por su fuerte toxicidad. Esta misma toxicidad es en parte fuente de su actual interés farmacéutico, ya que de esta especie y otras del mismo género se extrae el taxol, unos de los principales productos anticancerígenos.
Arriba.: Rama de pino albar (Pinus sylvestris) portando un ejemplar de muérdago (Viscum album subsp. austriacum), 09.2009; Abajo: frutos del muérdago, 24.12.2009 . © E. Laguna, Morella (Castellón)
Con usos parecidos a los del tejo, pero de colores
totalmente distintos, se ha venido utilizando el muérdago (Viscum album),
planta parásita de numerosas especies de árboles en toda Europa. En las zonas
de clima mediterráneo abunda más la subespecie austriacum, el muérdago de las
coníferas, que hasta hace pocas décadas vivía solo en los pinares de alta
montaña pero que progresivamente invade zonas de menor altitud. Como ya habréis
intuido ‘Viscum’ se relaciona con el apelativo ‘viscoso’; el muérdago crece
sobre las ramas de otras especies, a las que llega a matar al alimentarse de su
savia, y sus pequeños frutos blancos son extremadamente pegajosos al tacto;
cuando los zorzales y otras aves frugívoras intentan alimentarse de estos
frutos, a menudo se les quedan pegados al pico o al plumaje, y han de
deshacerse de ellos restregando las partes afectadas contra la corteza de otros
árboles, donde quedan adheridas las semillas. Una de nuestras especies de
tordos, el zorzal charlo, se denomina en latín Turdus viscivorus -o sea, tordo que se alimenta del muérdago-, dado que a
menudo recurre a los frutos de esta planta como fuente alimenticia. El muérdago
era planta mágica para los druidas de la Galia prerromana –tema como sabéis aludido
en los cómics de Astérix, a quien Panorámix enviaba frecuentemente a recolectar
la planta-, aunque la forma que crece en
los bosques de frondosas es la subsp. album, mucho más rara que la subsp.
austriacum. Curiosamente, como el tejo, el muérdago es en la actualidad una de las principales fuentes de principios activos en la producción de fármacos para combatir diversos tipos de cánceres.