2011/03/07

Palmeras zorrunas

Por Belalcázar andan plantadas unas cuantas especies de palmeras, de las que merecen destacarse bien al menos 3. La más conocida para habitantes y visitantes del terruño zorruno es sin duda la palmera canaria o datilera canaria (Phoenix canariensis), que es la que preside desde hace muchas décadas la plaza del pueblo; a su esbeltez (es una de las pocas palmeras de su género con tronco único, no ramificado en la base) hay que unir la frecuencia con la que sus troncos y capiteles albergan otras especies de plantas (cerrajas, orejas de fraile, etc.) y por supuesto de aves, que nidifican en huecos practicados en sus escamas. Como ya indicamos hace tiempo en el blog, esta especie puede tener los días contados en nuestros jardines, como consecuencia del ataque del escarabajo conocido como ‘picudo rojo’. Sus dátiles son pequeños y amarillentos, de sabormuy áspero salvo que estén sobremadurados.

Palmera canaria con abundantes nidos de gorrión en sus escamas, en la Plaza de la Constitución de Belalcázar. ©E. Laguna, 03.04.2010

Más rara de ver, aunque con algunos pies sueltos por el término, es la palmera datilera común (Phoenix dactylifera), parecida a la anterior pero menos ornamental, con palmas más grisáceas, y con suerte (si coinciden un pie macho cerca de otro femenino) con sus conocidos dátiles (comestibles y mucho mayores que los de la palmera canaria), que raramente llegarían a la madurez por estas tierras. Probablemente la más notable datilera belalcazareña está en La Selva, aunque no es la palmera que muchos/as tendréis en la cabeza, esa otra particularmente alta que mira por encima del hombro a los eucaliptos cercanos a los restos del balneario romano. Se trata de la palmera californiana Washingtonia robusta, que puede alcanzar tallas extraordinarias. A diferencia de las Phoenix que tienen hojas 'pinnadas' (con dos filas de foliolos paralelos, ordenados como los dientes de un peine), las Washingtonia poseen hoja palmeada (todos los folíolos nacen del mismo punto) y sus dátiles, no comestibles, son diminutos y negros en la madurez, conteniendo un ‘hueso’ redondo; eso sí, atraen bastante a las aves, que se encargan de dispersarla. Para producir dátiles, la Washingtonia tiene el mismo ‘problema sexual’ que las datileras, ya que cada ejemplar contiene flores de un solo sexo.

Ejemplar de Washingtonia robusta en el paraje de La Selva. ©E. Laguna, 04.04.2010


Del mismo género es frecuente como ornamental en España la Washingtonia filifera (si bajáis a Córdoba podréis ver juntas las 2 especies en más de un jardín de la capital), que realmente es mucho más robusta que su pariente W. robusta. El nombre ‘filifera’ es poco afortunado, porque se refiere a los hilos que aparecen en la base de las palmas o al deshilacharse las hojuelas que las componen, tema en el que coinciden las dos especies de este género. Washingtonia filifera tiene el tronco mucho más grueso que W. robusta. A falta de foto belalcazareña, se adjunta aquí una tomada en Mahón (Menorca), donde puede apreciarse la robustez del tronco, que justamente falta en el nombre científico de la W. filifera.

Ejemplar de Washingtonia filifera, en una de las plazas del centro histórico de Mahón (Menorca). ©E. Laguna, 22.02.2006.

Las dos especies de Washingtonia son fáciles de distinguir por el tronco (robusto en filifera y fino en robusta) pero en algunas variedades de ambas especies los restos de hojas y escamas pueden pertenecer durante décadas muertos sobre el tronco, sobre todo en sitios protegidos del efecto constante del viento. En esos casos los expertos en plantas dejamos de ser tan expertos y recurrimos al socorrido 'sp.' (abreviatura de 'especie'), poniendo en nuestros archivos de fotos 'Washingtonia sp.' (o sea, una especie de Washingtonia). A lo sumo, como en la foto de abajo, antes o después acaban por caer algunas de las hojas más antiguas y acaba dscubriéndose la identidad.

Ejemplares de Washingtonia filifera con 'melena' de hojas muertas, en el Jardín Botánico de Valencia. ©E. Laguna, 21.09.2007