Seguro que habéis oído el adjetivo ‘pamplinero/a’. La palabra proviene de ‘pamplina’, que a su vez está relacionada con unas flores –aunque no se sepa muy bien en este caso qué es antes, si el huevo o la gallina-. Las pamplinas son hierbas anuales, usualmente de flores blancas, que forman minúsculos ramilletes, y que muchos de nuestros abuelos y bisabuelos probablemente lucieron alguna vez colocándolos en el ojal de la chaqueta. Se usaban como adorno –como las insignias o broches, pero mucho más baratos y fugaces-, ya fuera para galantear o como pieza conveniente del vestuario en los días festivos, si coincidían con la floración de esas especies.
Imágenes de dos especies de 'pamplinas' blancas, Cerastium gracile (arriba) y Cerastium glomeratum (abajo). ©E. Laguna, Belalcázar, 29.03.2013
Las pamplinas corresponden a géneros de la familia de las
cariofiláceas como Cerastium, Stellaria,
Moehringia, Arenaria o Spergularia,
aunque es el primero el que se usaba más
a menudo, al tener las flores formando ya pequeños ramos sobre la planta. Son
especies de tallos débiles y vida breve,
y abundan particularmente en los años lluviosos. Algunas plantas de
otras familias botánicas reciben el mismo nombre, aunque suelen tener flores de
otros colores, como ocurre con la pamplina amarilla (Hypecoum imberbe).
Pamplina amarilla (Hypecoum imberbe). ©E. Laguna