Plumbago auriculata, especie ornamental sudafricana conocida como 'jazmín azul'
El llamado ‘jazmín azul’ es una especie sudafricana de
planta trepadora, usada extensivamente en jardinería, y relativamente popular
por su rusticidad. Se trata de la especie Plumbago
auriculata (=P. capensis), que
pertenece a la familia de las Plumbagináceas, de óptimo mediterráneo y
subtropical, pero con génerios relictos en otros continentes y climas. A pesar de su nombre popular, poco tiene que ver esta especie con los verdaderos
jazmines (género Jasminum, familia de
las Oleáceas), y por supuesto sus flores no están perfumadas. Los cálices del
jazmín azul se adhiren con facilidad a cualquier objeto, animal o persona que
pase a su lado, lo que asegura la dispersión de sus semillas; no obstante, en
nuestro clima es raro llegar a verlo fructificado, y no suele asilvestrarse con facilidad.
Mata de la borra (Plumbago europaea). Ejemplares fotografiados en el entoprno del Castillo de los Sotomayor en Belalcázar.
El género Plumbago tiene una especie en el viejo continente,
P. europaea, que en poco recuerda al
aspecto de su pariente sudafricano, salvo en la forma de los inconfundibles
cálices de la flor. A diferencia de la ornamental, ésta otra suele ser una mata
humilde que raramente llega a 50 o 60 cm, de porte desaliñado, con pocas ramas, divergentes del tallo. Se trata de una planta que en la
Península Ibérica se extiende por las comarcas de paisajes más esteparios,
estando bien representada en Belalcázar. Recibe diversos nombres locales, como
‘mata de la borra’, probablemente derivado de la capa pelosa que cubre sus
hojas y tallos y que acaba desprendiéndose, confiriéndole el aspecto de restos
de lana; a veces lo que la planta acumula son verdaderos mechones de lana y
pelo de los animales, ya que la ser sus tallos algo adherentes
–sobre todo hacia la inflorescencia-, acaban por acumularlos cuando las ovejas
pastorean cerca de las matas. Para
observar plantas de Plumbago europaea basta con acercarse en verano al Castillo de
Belalcázar, porque en los caminos que acceden a él no son raras las matas de
esta especie, aunque por su color grisáceo pueden pasar desapercibidas.
Flores de P. europaea, donde se aprecian de paso los cálices, muy parecidos a los de P. auriculata.