Por Belalcázar y pueblos cercanos tenemos una buena
diversidad de golondrinas y aves parecidas, de las que las más frecuentes en el
casco urbano son la golondrina común (Hirundo rustica), el avión común
(Delichon urbica) y el vencejo (Apus apus). También se ve aunque con menos
frecuencia la golondrina dáurica (Cecropis daurica = Hirundo daurica), parecida
a la común pero con tonos anaranjados del plumaje en diversas partes del cuerpo
de los ejemplares adultos; no deben confundirse con los ejemplares jóvenes de
golondrina común, que tienen anaranjadas la plumas situadas bajo el pico, y que
se convertirán en rojas en estado adulto.
Nidos de avión común en Belalcázar.
Hoy en día sabemos que las golondrinas emigran a África -en
diversas tandas, según las especies-, pero hasta entrado ya el siglo XIX aún se
creía en gran parte de Europa que la mayoría de ellas no se desplazaban en la
estación fría, sino que se quedaban durmiendo debajo de los lagos, bajo los
glaciares, o en grietas profundas dentro de las rocas de los acantilados
marinos. En su 'Historia Natural de Selborne', que reúne cartas escritas en la
década de 1870 por el reverendo y naturalista inglés Gilbert White a varios
investigadores y profesores de ciencias naturales británicos, y que fue una de
las obras de referencia para grandes naturalistas posteriores como Charles
Darwin, aún se especulaba con esta leyenda rural sobre el ciclo vital de golondrinas,
aviones y vencejos.
Ejemplar joven de golondrina común. Los adultos tienen de
color rojo más intenso la mancha coloreada del plumaje bajo el pico.
Las observaciones de numerosos naturalistas europeos a
finales del siglo XVIII y a lo largo del XIX, acabaron por desmentir aquellas
hipótesis forjadas por la imaginación popular, al tiempo que se describieron en
mayor detalle todas las especies actualmente conocidas, en parte confundidas
durante décadas desde las primeras descripciones de Linneo.